Agrocombustibles
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La euforia de los combustibles de origen agrícola amenaza la seguridad alimentaria mundial
Crecen las inversiones agrarias y la superficie agrícola destinadas a la producción de combustibles, con lo que se pone en peligro la seguridad alimentaria mundial, puesto que los combustibles fabricados a partir de cereales, semillas oleaginosas y caña de azúcar erróneamente denominados "biocombustibles" llevan en muchos casos a la sobreexplotación de los recursos naturales. Se talan selvas para ampliar las plantaciones de aceite de palma; el cultivo intensivo de soja eleva el consumo de agua subterránea; crece la utilización de plaguicidas y fertilizantes. Por tanto, el balance ambiental y energético de la producción de combustibles agroindustriales es negativo por muchas razones. Las inversiones y los condicionamientos políticos actuales de los combustibles de origen agrícola benefician a los monocultivos latifundistas, refuerzan la influencia de las empresas multinacionales en el mercado y perjudican las soluciones locales descentralizadas. En todo el mundo, millones de personas de las regiones rurales corren peligro de ser expulsadas de su tierra y perder sus ingresos y su sustento.
Un dudoso medio de lucha contra el cambio climático
Se espera que los combustibles de origen agrícola aporten una solución al problema del cambio climático. Sin embargo, el CO2 no es el único problema. Las plantas clorofílicas reducen el CO2, pero la intensificación del cultivo de maíz, cereales, caña de azúcar y aceite de palma no tiene efectos exclusivamente positivos en el clima. No se ha prestado atención a que el aumento de la utilización de fertilizantes nitrogenados produce grandes emisiones de monóxido de nitrógeno (N2O, gas hilarante), que es mucho más perjudicial para el clima que el CO2.
Los métodos de cultivo agroindustriales se basan, además, en un elevado consumo de petróleo. Los modelos que calculan los balances energéticos y climáticos positivos no tienen en cuenta factores importantes, como el transporte adicional de materias primas, las pérdidas de cosechas por el cambio climático producido por las sequías, las inundaciones, la erosión del suelo y la pérdida de biodiversidad. Finalmente, las enfermedades de nueva aparición creadas por la modificación de las condiciones climáticas también ponen en peligro la seguridad alimentaria.
Análisis del patrón de consumo actual
En la UE no hay superávit de tierra y alimentos, especialmente cuando la tierra se trabaja de forma sostenible. La UE es el mayor importador neto de alimentos y piensos del mundo. Aun sin contar las importaciones de combustibles de origen agrícola, el sector alimentario utiliza muchos millones de hectáreas de superficie agrícola de terceros países, sobre todo de países en desarrollo. Se consumen enormes cantidades de agua subterránea y petróleo con el fin de fabricar piensos para el consumo actual de carne de los ciudadanos europeos. Para reducir los efectos sociales y ecológicos de nuestros patrones de consumo en los países en desarrollo y contribuir a la disminución del cambio climático, la UE debe mejorar considerablemente la eficiencia de su suministro alimentario. El consumo de energía y calorías debe reducirse mediante una fabricación y comercialización regionales y más eficientes en términos energéticos. Además, deben impulsarse más las energías renovables (energía solar, geotérmica, biogás, eólica) a nivel descentralizado y local. El aprovechamiento energético de la biomasa es, por tanto, conveniente cuando, en lugar de cereales y oleaginosas, se aprovechan mejor sobre todo los residuos orgánicos in situ y se utilizan sistemas de producción combinada de calor y electricidad.
Riesgo para el suministro alimentario global
El fomento privado y público del sector de los combustibles de origen agrícola lleva al refuerzo de la competencia por la tierra y los recursos a costa, sobre todo, de las personas y las regiones más pobres. Los precios de los cereales se han duplicado en un año y sus existencias registran el nivel más bajo de los 40 últimos años. Las pérdidas de cosechas debidas al clima, así como el crecimiento del consumo de carne en los países industrializados y emergentes (sobre todo, en China y la India), refuerzan esta tendencia. Si la UE, los EE.UU. y Brasil siguen sustituyendo cada vez más el petróleo por combustibles de origen agrícola, en lugar de reducir drásticamente el consumo, en unos años algunos países ricos todavía podrán permitirse el elevado consumo de combustibles y alimentos, pero la mayoría de los pobres no tendrán lo suficiente para comer. China ya ha detenido los nuevos proyectos de combustibles de origen agrícola para impedir la escasez de alimentos.